13.5.13

Operación pañal



El sábado nos levantamos con una misión de esas que parecen imposibles, quitarle el pañal a mi zagal. Estaba más nervioso que el día en que empecé a trabajar, no sabía para donde iba a tirar el chorro, porque obviamente parecía que en su orinal “cars” último modelo iba a ser complicado. 


La mañana transcurría como si tuviera un perrico recién nacido en mi propia casa, charquicos de agua en cada rincón y una pila de ropa que iba acumulándose por momentos. 6 pantalones y 4 calzoncillos fueron el comienzo una mañana la mar de divertida. A las 11 ya pensaba que mi crío no tenía remedio, la prisas me agobiaban y pensaba que haría la comunión con un pañal puesto, menos mal que alguien me decía que era normal, no estoy yo acostumbrado a estas cosas.

La tarde se presentó algo mejor tras un lavado de ropa rápido, el resultado quedó en 2 pantalones y algún calzoncillo, eso si, el orinal muerto de risa y esperando la meada como agua de mayo, pero se resistía. Es curioso contemplar como lo sientas para que haga sus necesidades y tras una larga espera se levanta sin dar señales y al momento tienes la riada entre las piernas. Sin duda, lo mejor del sábado fue a la hora de dormir, poner el pañal y pensar que el domingo sería otro día.

Fue otra cosa, la mañana se presentaba fea pero el tío no meaba en su sitio, pero se lo aguantaba como un tipo duro sin soltar gota en ningún rincón de la casa, el perrico parecía que se había escapado y fruto del destino, azar o porque mi Pablo lo vale, a eso de la 13:30 obró el milagro, los cohetes tronaban, los vítores sonaban en toda la casa y asomaba una fiesta eterna, parecía una "rave" en el cuarto de baño de casa. Nunca mear dentro de la taza del váter había tenido una connotación tan festera. La opereción pañal va llegando a su fin.