29.5.12

Tarde en el parque


Ir al parque con el pequeño es peor que cualquier salida en bici. Si es que no paras de moverte tras el zagal, no vaya a ser que se parta la cabeza en alguna de esas maniobras arriesgadas que tanto les gustan. Los parques de ahora tienen de todo, parecen gimnasios al aire libre para que practiquen cualquier deporte. Cuando yo tenía la edad de mi chiquillo las cosas eran más escuetas, un tobogán más alto que los de aqualandia para partirte la crisma al tocar suelo y columpios clásicos, un asiento que podía ser una tabla de madera colgada con dos cadenas, todo hecho a medida para niños intrépidos.

Para empezar ahora todo lo limitan bien con sus vallas de madera, así por lo menos limitamos el espacio que tendremos que recorrer tras de ellos.  Cuando llego al parque bajo a Pablo y que juegue a lo que quiera, pero ahí sin miedo. El tío ve el tobogán y como si hubiera subido esa escalera toda la vida, ese sentimiento de inseguridad de se me resbala la pierna, la cabeza choca en el escalón de arriba y se me abre en dos… miedo!!! Que coño allí directo que va, y por supuesto yo detrás, no quiero que me señale mi mujer con el dedo cuando lleguemos a casa el niño, su cabeza en mi brazo y yo.

A mi niño más que un columpio, un tobogán o los magníficos caballitos, leones, mariquitas de madera ancladas al suelo por un muelle como buen toro mecánico que se precie en cualquier fiesta vaquera,  lo que le va es la tierra, hasta se la come sin problemas. Debe ser una diversión eso de estar haciendo montones con la arena mientras te pones de mierda hasta las cejas. Cuando volvemos a casa en vez de llevarme un hijo, parece que me llevo una croqueta con patas.

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