4.12.07

3. Un clavo pa toda la vida


Maldita la hora que decidí ponerme un clavito en la boca… diría mas bien un clavo.
El jodío está agarrado a la mandíbula y me está haciendo una carnicería bucal. Si lo llego a saber no me pongo na.

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Ya puede quedar bien la cosa y dentro de cuatro meses tener mi boca luciendo su esplendor, aunque tengo otro huequecico por ahí pero creo que de momento na de na. Con lo que cuestan los dichosos implantes voy a tener que ir al banco a pedir un préstamo… por el momento ya me puedo ir olvidando de una casa nueva… ni vieja.

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La experiencia de encontrarte delante de un tío que te mira la boca es bastante desagradable, aunque más lo debería ser para él. Estar hurgando por los dientes del que tienes encima de esas sillas tan modernas no debe ser agradable, aunque si miran sus cuentas bancarias al final de mes, les cambia la cara. Estoy seguro de ello.

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Las magníficas sillas de tortura, que son para algunos, a mi me parecen una delicia. Como te descuides y tarde mucho en aparecer el dentista, yo siempre me quedo medio inconsciente, parece una anestesia natural, pero enseguida cuando encienden el foco que parece que me van a interrogar se me pasa todo. Mi cuerpo comienza a experimentar cambios bruscos y el caso es que nunca he sido yo miedoso a las agujas y estas cosas.

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Pero el lunes fue diferente, me iban a meter un clavo en la boca. Se pasa mal esperando. Luego, una vez que te ponen la anestesia, es un día más, sólo que al final parecía un mecánico atornillando y un albañil que se dedicó a rellenar huecos… ¡que tiricia!...

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Y aquí estoy dos días después maldiciendo al pobre dentista, que es amigo mío para más INRI. Con la doble cara que me sale por la parte inferior derecha de mi mandíbula igual no vuelvo más… seguro que se me pasa y no será para tanto cuando pueda presumir de dentadura.

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Ahora es cuando uno lo pasa mal… y a la hora de la comida sobretodo. Ver como todos se comen lo que hay en la mesa y yo con mi yogurt y el zumito todo el día. Pero todo llegará, el bocadillo de jamón serrano con tomate me lo comeré… aunque tenga que esperar una semana.
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Espero que no tengáis que tomar nunca una decisión como esta, pero cuando pasen unos meses os comentaré el resultado y seguramente ya no me acuerde de lo que padecí. Tengo que hacerme a la idea me va a acompañar el resto de mi vida y así podré comprobar si suena en el detector de los aeropuertos... ¿o es otro mito?

2 comentarios:

Ternurica dijo...

uff que mal rollo lo del tornillo... y los dentistas ya...

¡que te mejores pronto!

Antonio Rentero dijo...

Yo tb soy de los que se duermen en el dentista. Bueno, yo es que si calzara un 45 probablemente me podría llegar a dormir de pie.

Lo de los clavos en la mandíbula a mí tb me da mucha tiricia, pero el dentista no me resulta nada desagradable,de hecho me gusta ver lo que me está haciendo en la boca mirando el reflejo en la lámpara.

Si quieres terminar acojonándote de verdad con las maniobras del dentista mírate "Marathon Man", la secuencia de Sir Lawrence Olivier hurgándole en la boca a Dustin Hoffman ;-)